Sobre mi
A mis 39 años, ante la separación de mi compañero de vida, todos los síntomas de traumas pasados de mi infancia resurgieron con mayor intensidad. A través del síntoma de una enfermedad física, que generalmente se teme, comprendí que deseaba ser feliz en lugar de simplemente sobrevivir, tanto para mi propio bienestar como para dar a mis hijos una mejor oportunidad.
Esta experiencia resultó ser un desafío difícil pero hermoso, ya que me dí cuenta de que, a pesar de relaciones anteriores elegidas con amor, la prioridad es mi propia alma y mi luz, y que a veces es necesario soltar esas relaciones para volver a encontrarse.
Este proceso de despertar me llevó a una profunda oscuridad, que finalmente me permitió resurgir y reevaluar todos los aspectos de mi vida.
Esa vida empezó en circunstancias extraordinarias, con un padre de 70 años y una madre de 43 en la Argentina de 1970. Mi madre, soltera y ocultando su cáncer, enfrentó un embarazo que resultó en la pérdida de un bebé antes de dar luz a mi.
A pesar de las críticas y desafíos, nací, pero mi madre fue diagnosticada con un cáncer avanzado y falleció cuando tenía solamente dos años. Me quedé al cuidado de mi padre, abuelo y tío, enfrentando la dificultad de vivir con familiares no preparados para criar a una niña. Después de poco tiempo la muerte de ellos, termino viviendo con mi tía, quien tenía problemas de alcoholismo, y asumí la responsabilidad de cuidar tanto de ella como de mi misma a una edad temprana.
Allí empieza un viaje de autodescubrimiento y superación de obstáculos a lo largo de mi vida, marcado por mi compromiso con la fe, el servicio a los demás y la búsqueda de respuestas a mis desafíos de salud y circunstancias difíciles.
A los 8-9 años, sintí la necesidad de ir a la iglesia para conocer a Jesús, ya que sentí que era alguien que podía entender mi sufrimiento. A pesar de que nadie en mi familia profesaba una fe religiosa, a los 12 y 13 años, comenzé a involucrarme en el servicio a los necesitados, como pobres, enfermos y ancianos, como una forma de mantenerme con vida. A los 14 años, comenzé a estudiar teología y a impartir clases de catequesis. Trabajé en la iglesia durante 10-12 años, lo que refleja mi profundo compromiso con la fe y el servicio.
Durante mi infancia y adolescencia, luché con enfermedades autoinmunes no diagnosticables y problemas de salud, pero a los 18 años, comenzé a leer libros de autoayuda y asumí la responsabilidad de mi vida y sanación. Logré superar el asma, la obesidad y la depresión que habían plagado mi adolescencia, incluyendo pensamientos suicidas. Experimenté situaciones de abuso a los 16 años con hombres de confianza, lo que agravó mi trauma.
Mi búsqueda de respuestas me llevó a estudiar Biología, a pesar de las adversidades y la falta de apoyo en Argentina, donde ser científico se consideraba un gasto para el país.
Completé seis años de estudios en Biología, pero decidí abandonar la carrera a los dos años de graduarme debido a las demandas de cuidar de mi hijo, trabajar y estudiar, lo que afectó a mi relación de pareja.
Encontré mi pasión en el arte y el yoga, y se convirtió en un canal para mi propia sanación y el deseo de brindar felicidad y consuelo a los demás.
En estos años descubrí mi afinidad por el arte, el yoga y diversos estudios. A través del arte, aprendí a gestionar mis emociones y me dí cuenta de mi habilidad para escuchar y empatizar con las personas. Esto me llevó a escribir poesía, componer canciones y crear obras de teatro.
Comenzé a impartir clases de teatro y canto para niños y me involucré en la disciplina del yoga durante 20 años. Fundé mi propia compañía de teatro y persigui el sueño de llevar mis obras a hospitales infantiles con pacientes de cáncer, lo que me permitió experimentar risas auténticas y amor puro, y me llevó a comprender el poder sanador del arte.
Me formé en masaje Ayurvédico y Tailandés, acupuntura y acupresión, principalmente con la intención de mejorar mi propia salud, pero también me entusiasmé en enseñar a otros, incluyendo amigos, estudiantes y pareja.
Tras una serie de desafíos y traumas, emprendí un viaje de autodescubrimiento y sanación. Durante este proceso, estudié una variedad de disciplinas incluyendo biodescodificación, sanación cuántica, sanación del alma, biocuántica, Kabbalah, sanación Angélica, Reiki unitario y coaching de alimentación. Estos estudios no solo me permitieron sanar mi propio cuerpo y corazón, sino que también adquirí habilidades para ayudar a otras personas en su proceso de sanación.
Mi mudanza a la República Dominicana me permitió abrir el corazón y dar forma a mis dones y experiencias, llevándome a ser conocida como “Sanadora” o “Recalibradora”. En este nuevo entorno, redescubrí la fe y la confianza en el proceso de la vida, y encontré una comunidad con la que me siento profundamente conectada.
Tras una serie de desafíos y traumas, emprendí un viaje de autodescubrimiento y sanación. Durante este proceso, estudié una variedad de disciplinas incluyendo biodescodificación, sanación cuántica, sanación del alma, biocuántica, Kabbalah, sanación Angélica, Reiki unitario y coaching de alimentación. Estos estudios no solo me permitieron sanar mi propio cuerpo y corazón, sino que también adquirí habilidades para ayudar a otras personas en su proceso de sanación.
Mi mudanza a la República Dominicana me permitió abrir el corazón y dar forma a mis dones y experiencias, llevándome a ser conocida como “Sanadora” o “Recalibradora”. En este nuevo entorno, redescubrí la fe y la confianza en el proceso de la vida, y encontré una comunidad con la que me siento profundamente conectada.
Luego, en Miami, aprendí a valorarme a mí misma a través de amigos cercanos. Finalmente, me sumergo en el amor y la sabiduría de México, para más tarde encontrar una nueva identidad en Italia. Como parte de mi viaje, decidí embarcarme en un curso de reconexión con la vida, acompañada por mis alumnas de yoga.
A pesar de los desafíos y traumas que he enfrentado en mi vida, he aprendido a encontrar la felicidad en las cosas pequeñas y simples. Mis experiencias me han permitido desarrollar empatía por los demás, ver la luz en las situaciones más oscuras, y entender la importancia de pedir ayuda cuando es necesario. Pero también reconocer que la mente puede distorsionar la realidad con sus “historias mal contadas”. Mi principal lección es que, sin importar lo que haya sucedido, es esencial amarse a uno mismo y evitar el autocrítico. Concluye que el propósito fundamental de la vida es recordar que el corazón solo sabe amar y que el único propósito que importa es amar, dar y recibir amor. Mi motivación para compartir mi historia proviene de esta perspectiva y de agradecer a quienes han sido una luz en mi camino, contribuyendo a mi proceso de sanación.